Por Marcelo Bonzón
Así como muchas máquinas requieren de una parada programada para efectuar trabajos de reabastecimiento o mantenimiento, las personas necesitamos un descanso para recuperar energías y relajar la mente. Nuestro cuerpo en general y el cerebro en particular estarán agradecidos con esa pausa, porque parar de tanto en tanto para cargar pilas, también ayuda a elevar la productividad laboral y potenciar la creatividad.
Después de un buen tiempo sin escribir para el blog, se me ocurrió que esa larga pausa podía convertirse en el móvil para abordar esa situación a través de la redacción que confluye en este artículo. Confieso que me costó más de la cuenta encontrar las palabras justas y hasta me vi tentado de pedirle a ChatGPT que me diera una mano ayudando a “inspirarme”. Pero no. Al fin de cuentas, esto se asemeja bastante a cuando pasamos un tiempo sin andar en bicicleta. Quizás al inicio estamos inseguros y andamos a los tumbos, pero después recuperamos el equilibrio y disfrutamos el paseo.
¿Cuántas veces nos hemos visto obligados a reiniciar nuestra computadora o nuestro teléfono personal para que funcione correctamente? Es extraño encontrar alguna persona “afortunada” que nunca haya necesitado resetear su dispositivo, porque en ocasiones, reiniciar es casi la única alternativa que puede ayudar a solucionar un mal funcionamiento. Aunque también es verdad que eso puede solo retrasar un problema, y no solucionarlo definitivamente.
Pero bueno, tomemos otros ejemplos. Analicemos el caso de los vehículos que requieren un service cada tantos kilómetros de recorrido o las máquinas de una línea de producción que están sujetas a un proceso de planificación de paradas programadas para recibir mantenimiento. Allí sí está más que claro que retrasar esa pausa, puede ser perjudicial para su adecuado funcionamiento. Entonces, si eso es así… ¿por qué no programamos a tiempo nuestras propias pausas o lo hacemos cuando ya estamos “reventados”?
La importancia de las pausas activas en el trabajo
Las pausas activas son breves períodos de descanso que se realizan en una jornada laboral durante un período corto de tiempo (por lo general en un máximo de 10 minutos), y nos ayudan a recuperar energía, mejorar el desempeño y prevenir la fatiga muscular, visual y mental, entre otros tantos beneficios. No importa que trabajemos en una empresa o lo hagamos en remoto desde casa: este tipo de paradas activas siempre nos van a reportar bienestar.
Siempre guardo buenos recuerdos de un viaje laboral que realicé a Brasil en 2006, en la que visité entre otras compañías, a NSO, una empresa que desarrolla y produce piezas técnicas de caucho. Recuerdo como el personal de NSO en diversas áreas llevaba adelante su rutina de gimnasia laboral y realizaba los ejercicios con mucha disciplina y motivación.
A pesar de que ya pasaron varios años de esa visita técnica, podría llegar a decir que este tipo de pausas activas todavía no están totalmente asimiladas en el sector privado. Aún existe un déficit importante en su aceptación y aplicación, sobre todo, en las MiPyMEs. Ello evidencia en buena medida lo expresado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el sentido que al menos un 60% de la población mundial no realiza actividades físicas necesarias para obtener beneficios para la salud, lo que se debe en parte a la insuficiente participación durante los tiempos de ocio y al aumento de comportamientos sedentarios durante las actividades laborales y domésticas.
Las pausas activas revisten especial importancia y reportan los siguientes beneficios:
Fuente: Atcalsas
Enterrar los viejos paradigmas del descanso
Leía hace poco en otro blog acerca de los prejuicios que existen en la sociedad sobre el descanso. Estamos influidos por la conciencia colectiva que casi como norma establece que el descanso es malo, que si lo hacemos no somos lo suficientemente productivos, y que si no demostramos acciones continuas en el trabajo no vamos a lograr los objetivos que perseguimos.
Eso argumenta bastante por qué todavía nos sentimos culpables cuando nos tomamos un fin de semana o nos vamos de vacaciones, o por qué hay rechazos respecto de que tomarse una siesta de vez en cuando es de holgazanes y por qué descansar un rato en el trabajo es de haraganes. Desde ya que hay que desterrar esas viejas creencias, porque la realidad es que desactivar la mente y cambiar el foco de atención ayuda a que las ideas puedan fluir de mejor manera, estableciendo nuevas conexiones que potencien el pensamiento creativo.
Vivimos en un mundo que está marcado por la acción permanente, que destaca la necesidad de la inmediatez y la importancia de la productividad. Bajo esta perspectiva, no resulta sencillo cambiar de un día para el otro las ideas sobre el descanso y dejar espacio para que los pensamientos fluyan libremente. Pero como “dato mata relato”, me pareció bueno citar algunos conceptos de la neurociencia, ya que las investigaciones han demostrado que cuando nuestros cerebros están en reposo, la red neuronal por defecto sigue trabajando casi con la misma intensidad de forma paralela.
¿A quién no le ha pasado que cuando nos “desconectamos” y hacemos algo totalmente diferente nos viene a la mente justo eso que estábamos buscando? ¿Cuántas veces encontramos la solución a un problema que debíamos resolver después de haber dormido? Eso es así porque cuando logramos que nuestro cerebro no esté tan saturado y cambiamos el foco de atención, podemos lograr un estado de relajación que impulsa un estado para que las conexiones ocurran igualmente.
Por eso, debemos dar el primer paso y dejar de juzgar y juzgarnos. Ahora que está de moda emplear la palabra “deconstrucción” (siempre la quise emplear en algún artículo y no encontraba el momento oportuno sino hasta ahora), podría decirse que es necesario comenzar a deconstruirnos y poner al descubierto las debilidades y contradicciones de la teoría y de los discursos sobre la tranquilidad. Convirtamos el descanso en un hábito y elijamos conscientemente cuándo debemos parar.